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Me gusta hablar, soy un buen tico, y a veces peco por no dejar que la más gente me escuche... también me gusta escuchar. A compartir sin miedo!!!!

jueves, 13 de agosto de 2020

Tiempo

Conforme pasan los años, la barrera generacional se va incrementando y el tiempo adquiere una dimensión diferente; el quehacer cotidiano se hace más lento y tomamos más pausa para generar nuestras tareas. La cautela se hace parte de la vida y la reflexión se vuelve un ejercicio continuo de vivencia. Debo de admitir que en la Costa Rica que crecí las cosas eran diferentes: si los zapatos se gastaban, íbamos al zapatero para cambiar suelas; zurcíamos las medias si se rompían y la ropa se heredaba. El desperdicio no era parte de nuestra vida; todo costaba menos, pero ganábamos mucho menos y atesorábamos todo lo que teníamos; ropa importada era un lujo y por lo tanto era patrimonio de un pequeño grupo social. Eso hace que la visión que tenemos de las pertenencias es completamente diferente a las de las nuevas generaciones. Ahora los escaparates rebosan de artículos de diferentes procedencias, y de las más diversas calidades. La facilidad de obtener cosas genera un desprecio en el objeto en si y por lo tanto se corre el riesgo de que se genere como meta el propio objeto. En este marco es que me crie y de esta forma es que ahora entiendo la razón por la cual se dejan reposando los vinos y licores finos; porque el tiempo madura y mejora el producto; hace que se transfiera las bondades de la barrica hacia el elixir. Sin embargo, hay que recordar que el recipiente tiene que estar en buen estado, sin roturas y el aire no debe entrar para impedir que se eche a perder el néctar. La amistad, el amor, el entrenamiento, la educación… todo estaba en enmarcado en un proceso de maduración, nada era rápido; se cultivaba y se cosechaba, no había atajos. La amistad por lo tanto es un tesoro, que se construye desde el plano del conocer a una persona, compartir y disentir, respetar y crecer en medio de un proceso en que hay una simbiosis, ligámenes que permiten que esa otra persona tenga un punto de vista como vigía en atalaya. El amigo no se aprovecha de los privilegios propios de esa relación, ya que entrega generosamente su punto de vista sin esperar que la otra parte lo tome ciegamente, espera que esta visión fresca le permita a su camarada ver salidas que no podría ver solo… y no necesariamente la que le ofrecieron. Ese tipo de relaciones requieren tiempo y esfuerzo y por esa misma razón tienen la prueba del tiempo. Pero actualmente la palabra amigo está prostituida, ¿cuántos amigos tienes en Facebook?, pero la pregunta en realidad es: ¿a cuánta gente que te sigue conoces en realidad? En esta sociedad de desperdicio la amistad se vuelve también algo insulso, vil, que no requiere trabajo ni esfuerzo, como si fuera una relación natural, algo como el intercambio gaseoso en los pulmones: se hace sin que lo sepamos. Por esa razón se hace importante lo que los otros piensen de uno, y hacemos publicaciones que no demuestran lo que somos y fingimos sonrisas; nos preocupa más lo que los demás piensen a lo que lo que yo sienta y de esa manera la vida se vuelve vana y nuestras existencias prescindibles. En una ocasión estaba en París y estaba intentando de capturar el momento en que la Torre Eiffel se encendía en luces intermitentes, así que fijé lo mejor que pude el teléfono y luego intenté de dejar mi mano en esa posición mientras apartaba la mirada propia de la pantalla y fijaba mis ojos a la estructura, vi pacientemente el espectáculo y cuando decidí que era suficiente para un recuerdo, apagué el video y puse mi celular en el bolsillo. Al día siguiente volví a ver como había quedado la grabación y un colega que iba conmigo me recriminó que estaba muy movido; que pude haberlo hecho mejor si veía el centelleo a través de la cámara, a lo que yo le respondí: ¡es que quería verlo con mis propios ojos!; creo que en eso se resume esta reflexión: estamos tan acostumbrados a lo sintético y a lo inmediato, que ya ni siquiera apreciamos percibir a través de nuestros sentidos. A veces extraño los rollos de película, cuando tomabas las fotografías que valieran la pena y tomabas riesgos para que salieran. Por último; atesoremos lo que tenemos, y aprendamos a diferenciar lo perenne de lo fútil, al final del camino será más importante los que nos quieren y queremos, que a los que tratamos de impresionar.

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